martes, 22 de octubre de 2013
El buen adoctrinador
El primer mandamiento
del adoctrinador como dios manda
es la buena educación.
El déspota vocacional
es melífluo y amable
delicado en sus movimientos
con un aire higiénico
un estilo impecable.
A partir de sus asépticas premisas
el déspota desenvaina su arma secreta, la palabra.
Así
dispara silogismos perfectos
susurra dulces eufemismos
regala impolutos neologismos.
Y para rematar
incorpora un tono enérgico y puro
rociado de una historia teñida de sangre
remotas epopeyas de un pasado de brumas.
Todo
con un aliento de verdad falsificada
o falsedad verdadera.
Poco importa.
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