La primera lección
en la academia
de apretar las tuercas
es manejarse
en el arte de la gentileza.
Con esta lección bien aprendida
se puede empezar a doblegar
la voluntad del otro
sin recurrir al clásico mordisco
siempre doloroso y ensangrentado.
La gentileza
lubrica la tensión
relaja al oprimido
que ya desarmado
se dispone a rendirse.
Y al fin claudica
y firma.
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