El mundo es una playa mallorquina en agosto
donde la colección de carne humana es infinita.
Orgullosas barrigas germanas
negros enjutos pateando la arena
con cachibaches chinos.
Y pijas madrileñas
británicos beodos
avispados descuideros
enamorados
agitados imberbes
mallorquines tranquilos
jubilados mojando sus pies.
Todos vigilados
por el horizonte sereno
que cada verano les espera.
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