La mejor etapa fue sin duda
la del vientre materno.
Solo y acompañado
sin palabras ni miradas
y con el universo
envolviendo mis extremidades
inmerso en el plácido misterio.
Fui Dios omnipotente
todopoderoso rey
de un reino perfecto.
Lo que después vino
naderías, simples historias.
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