sábado, 24 de septiembre de 2011

Henry Rono, un guerrero Nandi.

“Henry Rono, un guerrero Nandi “

En nuestros días es difícil que una carrera de medio fondo o fondo no presente un aspirante keniata o etíope para la victoria. El predominio africano es un hecho y el atletismo europeo tradicional se resigna la mayoría de veces o anhela una esperanza blanca en el mejor de los casos.

Etíopes y keniatas acaparan el medallero, los records y los premios en metálico de los grandes mítines. Son reconocidos en el universo de los corredores y, como es lógico, son admirados, tienen patrocinadores y hacen anuncios de zapatillas.

Podemos hablar de la historia de los éxitos ( Bekele o Tergat), pero también existe la historia del olvido atlético. En este apartado Henry Rono ocupa un lugar preferente. Se trata de una amnesia extraña, pues los méritos de Henry Rono nadie ha logrado superarlos. En 1978, en un lapso de 81 días y sin liebres logró batir cuatro records mundiales: 7:32.1 en 3000, 8:05.4 en 3000 obstáculos, 13:08.4 en 5000 y 27:22.5 en 10000. ¿ Quién es Rono ?

Henry Rono nació en 1952 en el seno del grupo Nandi, en la localidad de Kiptaragon, en pleno valle del Rift en Kenya. También pertenecen a este grupo étnico atletas como Kipchoge Keino, Moses Tanui o Bernard Lagat.

Henry Rono ha contado su historia en un libro autobiográfico que apareció en 2007, “ Olimpic Dream “. En sus páginas cuenta que a los dos años se cayó de la bici cuando iba de paquete con su tío y durante sus primeros años su madre pensó que tendría un hijo impedido, pues caminaba con dificultad y tuvo que renunciar a los primeros juegos infantiles. Su madre y su abuela le contaron que los nandis son guerreros enfrentados tradicionalmente a los masais y que en su día fueron un pueblo nómada. Cuando los británicos llegaron con su imperio, sus leyes y su lengua, los nandis les plantaron cara boicoteando la construcción del ferrocarril. La ocupación británica diluyó sus valores tradicionales, pero la familia Rono intentó educar al pequeño para que no olvidara sus orígenes. A los seis años el padre de Henry murió al caerse del tractor por la amenaza de una serpiente. A los 10 años llegó el momento de hacerse un hombre y superó el ritual de arrancarse los dientes incisivos superiores. Los nuevos valores occidentales trajeron la afición por la carrera a pie y los nandis se debatían entre la modernidad del imperio y sus ancestrales costumbres. Los que se integraban, se sometían contentos a las costumbres y el progreso del hombre blanco y los que no lo hacían se aficionaron a la evasión del alcohol. En 1963 Kenya se independizó de la madre patria y por aquel entonces el joven Rono empezó a trabajar en una compañía de té para así pagarse los estudios.

Llegó 1965 y escuchó por la radio el duelo entre el blanco y yanki Jim Ryun y el ídolo de los nandi, Keino, enfrentados en el mítico Crystal Palace de Londres. En ese instante decidió ser su sucesor y abandonó el fútbol para dedicarse a correr por las colinas ( una de ellas lleva actualmente su nombre, Rono Hill ).

En 1973 se alistó en el ejército de su país, donde se dedicó a entrenar a lo bestia. Cuando las zapatillas eran inservibles se ponía las botas militares y recorría la sabana soñando con emular a su ídolo Kip Keino.

En su libro de memorias recuerda su primer viaje como atleta a Uganda y un viaje de 28 horas en avión a Nueva Zelanda. Empezó a codearse con los grandes ( Bayi, Jipcho, Walker... ) y un americano cazatalentos, John Chaplin, lo fichó junto a Samson Kimobwa ( record del mundo en 10000 en 1977, 27:30. 5 ) para irse a estudiar a la Universidad de Washington. Allí empezaron sus días de victorias ( 3 triunfos en el campeonato de cross de EEUU, oro en 3000 obstáculos y 5000 en los Juegos de la Commonwealth de 1978, mítines en Europa y los 81 días de los cuatro records ). En el apogeo de su carrera se encontró con los boicots olímpicos de Montreal 76 y Moscú 80 y, como suele suceder, nadie se acuerda de los que no están en las grandes citas. Los aficionados no olvidan a los que allí estuvieron y vencieron: Viren y Yifter en 5000 y 10000 y Garderud y Malinowski en 3000 obstáculos.

Empezó a ganar dinero, a no digerir el éxito y a beber en exceso. En el verano de 1981 parecía que estaba acabado y sometido por el alcohol. Se presentó a la reunión atlética de Oslo para correr un 5000. Por la mañana se despertó tarde y hecho polvo tras una juerga nocturna de bares y muchas cervezas. Para mitigar los efectos de la borrachera, decidió correr durante más de una hora y sudar así las secuelas de la resaca. Por la tarde llegó la carrera y batió el record del mundo, 13:06.20.

A partir de ese momento, Henry Rono desaparece de las competiciones importantes aunque sigue corriendo; con exceso de peso y herido por el alcoholismo. Perdió el rumbo de su vida y se hizo cliente de los hogares de transeúntes en Washington y luego en Portland. Sin trabajo, llegó a ofrecerse como friegasuelos a los magnates de Nike, sus patrocinadores en los días de gloria ( para ser finos y correctos, diremos que no le hicieron mucho caso ). Vivió en la calle durante años y cuando temporalmente se recuperaba de su adicción trabajaba en oficios marginales, normalmente como aparcacoches. En su periplo callejero y de borracheras se fue a vivir al medio oeste americano, concretamente a la ciudad de Albuquerque, en Nuevo México. Encontró cierta estabilidad trabajando como mozo de equipajes en el aeropuerto. Un atleta marroquí le reconoció recogiendo maletas en las cintas de llegadas y comprobó que ninguno de sus compañeros conocía su historia. El marroquí sugirió al jefe de Rono que fuera al oráculo de Google y escribiera el nombre de su empleado.

En 2002 superó la afición por la bebida e inició una modesta carrera como monitor de atletismo en el Truman Middle School, en la desértica y prefabricada ciudad de Albuquerque; urbe de la América profunda, marco ideal de películas de moteros, con grandes carreteras secundarias y gasolineras rodeadas de desierto; donde antaño los españoles tuvieron parte de su imperio, luego llegaron los mejicanos y, finalmente, los americanos se quedaron con sus tierras. La ciudad de Albuquerque es un lugar híbrido, en el que lo hispano convive con sofisticados laboratorios nucleares y se habla un inglés americano con acento español de machote mejicano. Allí vive Rono, pero últimamente el nómada que lleva dentro se ha perdido por Yemen y entrena a un grupo de atletas de ese país.

Todavía se acuerda de sus colinas, de las leyendas de sus antepasados enfrentados al imperio británico y de sus sueños como atleta. Lleva ocho años sin beber y no ha olvidado la muerte de su hijo mayor, que falleció por un virus infeccioso. Ha vuelto a correr y se ha quedado a unas décimas del record mundial de la milla para mayores de 55 años. Tiene su propio equipo ( Rono Team ) y en su rostro se ven las huellas del sufrimiento y la melancolía. Como no es de por aquí, ningún polideportivo o calle lleva su nombre y tampoco le ofrecen una dirección general de deporte base o algo parecido. En realidad, no le hace falta porque tiene su propia colina en su Kenya natal. Además, tiene una cosa clara y lo proclama orgulloso en su libro: “ soy un guerrero nandi “.

 


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