viernes, 14 de octubre de 2011

Ville Ritola, el mejor segundo de todos los tiempos.

“ Ville Ritola, el mejor segundo de todos los tiempos “

Cuando se escucha la expresión flying finns ( finlandeses voladores ) el aficionado al deporte la asocia a los pilotos de rally del país nórdico. En realidad, flying finns es en su origen el término que acuñó la prensa  para referirse a los grandes fondistas  nacidos en Finlandia y que reinaron en el atletismo internacional en los años 20. Entre todos ellos sobresale la figura de Paavo Nurmi porque obtuvo 12 medallas olímpicas ( 9 oros y tres platas en tres olimpiadas )  y 25  records mundiales.  Otros voladores, como Ville Ritola,  Elias Katz, Albin Stenroos o Hannes Kolehmainen    se convierten en personajes de relleno, a los  que  la historia les dedica muy pocas líneas y en algunos casos se comete la injusticia de olvidarlos por completo. Para que la trituradora del paso del tiempo no engulla las gestas de grandes atletas, vale la pena rememorar la trayectoria atlética de un corredor que, según los amigos de la estadística, se encuentra entre los 10 mejores atletas de todos los tiempos: Ville Ritola.

Vilho Eino Ritola, más conocido como Ville Ritola nació en Peräseinäjoki, un 18  de enero  de 1896. En aquel entonces Finlandia se había liberado del dominio sueco y  estaba bajo el yugo ruso; sumida en la miseria, el aislamiento y con un frío aliado con la pobreza. La única salida para construirse un futuro era cruzar el Atlántico y largarse a la tierra de las oportunidades, Estados Unidos. A los 17 años se presenta  en Nueva York, donde se reúne con siete de sus hermanas ( en total eran 20 hermanos ). En la gran manzana malvive haciendo chapuzas varias hasta que descubre el oficio de carpintero. Para hacer algo más que trabajar  entre virutas y tablones se va integrando en la colonia finlandesa-americana, que tiene su propio clan y mantiene sus costumbres para que su identidad no se pierda en la voracidad neoyorquina. Un buen ejemplo es la entidad donde se inició Ville Ritola en el atletismo, el Finnish American Athletic Club, asociación cultural y atlética creada en 1901 ( curiosamente sus fundadores pertenecían a la comunidad de origen finlandés  que hablaban sueco ). Su descubridor y luego entrenador fue Noppe Väino, tras verlo correr en una carrera popular en las calles de Nueva York. El Finnish American Athletic Club tenía una inspiración socialista y su intención más profunda era la de hacer deporte, baile y teatro   para  que los emigrantes finlandeses no cayeran en la evasión del alcoholismo;  eterna droga de los pobres que ayudaba a huir de la morriña nórdica en aquel Nueva York donde cada avenida tenía sus torres de Babel y cada grupo de emigrantes creaba su nueva vida combinando las raíces de su país con la nación de acogida. Los historiadores dicen que los finlandeses tienen un término, sisu, que resume cuál es su espíritu, pues hace alusión a un carácter tozudo, ambicioso y luchador, una especie de cabezonería aragonesa mezclada con el anhelo de triunfo de quien tiene un origen muy humilde. Casualmente, el apodo de Ritola es el lobo de Peräseinäjoki y en finlandés lobo es susi. Vamos, que nuestro corredor  tiene algo de sisu y de susi.

Empieza la década de los 20 ( años que recuerdan a los 80 en España ) y el jazz, la juerga, los rascacielos, el automóvil, el cine mudo y la lucha de las mujeres por  el voto son algunos de los símbolos del momento. En la siguiente década la  situación cambió drásticamente: crisis económica, el fascismo en auge, la radio en los hogares, la explosión del fútbol y la inminencia de una guerra mundial.

Es en 1919 cuando se tiene constancia de la primera carrera de Ritola. En 1920 el gran Hannes Kolehmainen, que pertenecía  al mismo club de atletismo que Ritola y ya había conseguido un oro olímpico en la maratón de Estocolmo de 1912, intenta convencer a su compatriota para que  participe en los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920. El  de Peräseinäjoki considera que todavía su momento no había llegado. El Día de Acción de Gracias de 1921 se celebró en Berwick, Pennsilvania,  una prestigiosa carrera urbana;  desde el inicio  encabezada por Ritola y con un rival singular, un perro abandonado, que le acompañó en la victoria hasta la meta. Los chavales del instituto de Berwick tuvieron todo un detalle al adoptar como mascota al resistente e inesperado atleta de cuatro patas. En 1922 consigue una segunda posición en el maratón de Boston, siendo primero el célebre Clarence DeMar, quien a día de hoy conserva el record de victorias con un total de siete; la primera en 1911 y la última en 1930, por lo que justamente se ganó el sobrenombre de Mr. DeMarathon. Entre 1921 y 1927 Ritola arrasó en la mayoría de campeonatos nacionales americanos de fondo ( concretamente 18 victorias ), pues nunca participó en los nacionales de su país natal. En 1923 se convierte en el mejor corredor de Estados Unidos entre las 3 y las 10 millas y ese mismo año regresa temporalmente a su país para preparar los próximos Juegos Olímpicos. En la prensa deportiva resaltaban sus victorias sobre la gran promesa local, Joie Ray. Los diarios neoyorquinos cambian Ville por Willie y así lo convierten en uno de sus héroes deportivos. El atletismo despertaba interés porque los americanos le daban un toque de espectáculo a las competiciones, especialmente las que se celebraban en el recinto cubierto del Madison Square Garden, donde los espectadores jaleaban a los atletas entre la espesa nube del humo del tabaco. El joven carpintero entrenaba en el barrio de emigrantes del Bronx,  con un sistema algo rudimentario, ya que para correr se calzaba unas  botas en las que incorporaba un peso extra en los tobillos.

En  1924 los Juegos se celebran en Paris. Para tener una imagen de aquel evento basta recordar la película británica  “ Carros de fuego “ , en la que con una música excelente y una notable ambientación se cuenta una emotiva historia plagada de curiosas falsificaciones atléticas ( destaca  la escena en la que Lidell sube al barco que le lleva a Francia y un periodista le comunica que los 100 metros se correrían  en domingo, lo que es una pura invención porque el escocés lo sabía con meses de antelación y estaba preparando el 400 a conciencia  ). En Paris se enfrentan  dos tendencias atléticas: los deportistas proletarios que compaginan humildes trabajos con duros entrenos y aspiran a conquistar triunfos frente a las élites de jóvenes adinerados que entienden el deporte como un asunto de caballeros. Se podría hablar, en consecuencia, de toda una lucha de clases. Las pruebas de atletismo se celebran en el estadio de Colombes, recinto en el que por primera vez se facilita la información a los espectadores a través de la megafonía gracias al avance tecnológico de la telegrafía sin hilos.

Paavo Nurmi es el hombre a batir en las carreras de fondo y el gran favorito en Paris. Se trata de un tipo frío, metódico en su entrenamiento, prácticamente vegetariano y conocido por su rareza de competir con un cronómetro en la mano.

En el 10000, Ritola consigue el triunfo con autoridad y con un nuevo record mundial ( 30:23.2 ). A  Nurmi no le dejaron participar porque ( según la versión oficial ) el equipo finlandés ( Finlandia ya era una nación independiente) consideró que el número de competiciones en las que participaba ya era más que suficiente ( 1500, 5000, 3000 obstáculos, cross individual, cross por equipos y 3000 por equipos). Cuenta la leyenda que, al no correr el 10000, Nurmi se agarró un berrinche,  por lo que decidió correr en solitario  las 25 vueltas en la pista de entrenamiento, dejando el crono en un tiempo inferior al del vencedor oficial. El 5000 fue una de las memorables citas, logrando Ritola  un 2º, a dos décimas de Nurmi ( 14:31.2  ), quien una hora antes también había vencido en el 1500. En el 3000 obstáculos Ville/Willie venció sobre otro volador, Elias Katz, dejando el crono en 9:33.6. Los amantes de la épica deportiva relatan con entusiasmo la prueba de cross individual, donde Nurmi y Ritola fueron primero y segundo con un calor sofocante y un número elevado de abandonos. Aquella carrera tiene habitualmente un titular: el infierno de Colombes. En total Ritola se llevó 4 oros y tres platas y Nurmi 5 oros. En el olimpo de 1924 los diarios franceses hablaban del “poder de la mente “ para referirse a Nurmi. Seguramente  su aire misterioso resultaba más mediático que los méritos de un emigrante carpintero que entrena en silencio en un barrio pobre. Hubo otras gestas en Les Jeux Olimpiques de la refinada Paris; destacando las  de de Johnny Weissmuller  ( primer hombre en bajar del minuto en los 100 m en la piscina y que luego sería fichado por el cine para convertirse en el mejor Tarzán ) y un salto cualitativo, el de William DeHart Hubbard, el primer campeón olímpico negro en atletismo ( 7.44 m en longitud ).

                            
En el invierno de 1924-25  Nurmi volvió a ensombrecer a Ritola, pues  protagonizó una memorable gira por tierras americanas  ( por entonces dieron comienzo las sospechas de profesionalismo, como si el pobre Nurmi tuviera que correr por amor a Coubertain ). En aquel tour atlético ( todo el recorrido se hizo en coche y en tren ) fue recibido por el presidente norteamericano y, a pesar de que no concedió  ninguna entrevista, el New York Times escribió más de 70 artículos sobre el enigmático fines, al cual apodaban The Phanton  Finn. El resultado fue espectacular: 55 carreras ( 51 victorias, un abandono y tres derrotas, aunque algunas fuentes mencionan 53 victorias, una derrota y una abandono ).

La siguiente olimpiada se celebró en Amsterdam en 1928, siendo los primeros juegos con participación femenina en atletismo, a pesar de los reparos de Coubertain y las objeciones del Papa Pío Xl.  Iban a ser  las últimas carreras de los dos voladores. El enfrentamiento más recordado fue la prueba de 5000. Ritola y Nurmi llegaron en solitario a la última vuelta y parecía que la historia de Paris se iba a repetir. La fotografía del lobo de Peräseinäjoki en primer lugar con el dorsal 800 y el hombre del crono con el 797 pertenece a ese momento. Esa vez la previsión falló y Ritola entró en la meta con dos segundos sobre un Nurmi que al finalizar se tiró al césped totalmente exhausto, diciendo luego que jamás había sufrido igual. Ya no hubo más enfrentamientos, pero la saga de los flying finns continuó con Täisto Maki ( en 1939 fue el primer hombre en bajar de la barrera de los 30 minutos en 10000 con 29:54.6 ) y con Viljo Heino (  el último de los genuinos voladores y record mundial de 10000  en 1949 con 29:27.2 ), surgiendo luego en los 70 el inolvidable Lasse Viren ( doblete en 5000 y 10000 en Munich 72 y el mismo doblete en Montreal 76 ). De aquella saga de atletas ya no hay nada, sólo permanece una entendida afición por el atletismo entre el pueblo finlandés y un papel destacado en la élite del lanzamiento de jabalina.

Nurmi y Ritola protagonizaron una serie de batallas  que superan con creces las de Ryun-Keino, Coe-Ovett o Bekele-El Guerrouj. Nurmi tenía fama de tipo raro y taciturno, por lo que no fue difícil que la prensa alimentase una intensa rivalidad personal  y deportiva entre los dos. La mala relación entre ambos no debió ser muy intensa,  ya que en 1971 Ritola regresó a  Finlandia gracias a la ayuda económica de Nurmi, quien incluso medió para que el gobierno le concediera una pensión vitalicia a su antiguo oponente. Tuvo que ser emocionante recuperar los paisajes de su infancia, con los  bosques boreales como nuevos rascacielos de su habitat. Los últimos años de su vida Ritola tuvo una salud delicada porque cuando abandonó la competición empezó una destructiva carrera con la bebida. Su declive personal es uno de tantos capítulos de la larga lista de juguetes rotos del deporte, triunfadores que al finalizar los días de podio y aplausos se convierten en anónimos y, en el caso de Ritola, en un carpintero emigrante con medallas olímpicas  en algún cajón. Ya en su tierra vivió muy modestamente en un apartamento en Helsinki, del que solamente pagaba la mitad de la renta porque el edificio pertenecía al constructor y hombre de negocios que 50 años atrás había sido su gran oponente, Paavo Nurmi. Para los dos mejores voladores del atletismo del país de la bandera blanca y la cruz azul su otrora nación pobre se había convertido en  próspera y todo un ejemplo de eficacia, ausencia de corrupción y con una calidad educativa envidiable. A día de hoy el deporte nacional es el hockey sobre hielo,  una mezcla de patinaje, lucha libre y un disco que se desliza a toda velocidad. Y si hay que citar un producto autóctono, Nokia y su poderío en las telecomunicaciones es el emblema de Finlandia por antonomasia ( Nokia se fundó en el siglo XlX como  una modesta fábrica de pulpa de madera y actualmente es el machote de la telefonía móvil ).

Aquel adolescente que salió de su patria  huyendo del hambre y al final de sus días regresó a  un país  distinto y rico, todavía es recordado por los suyos. De hecho, en finlandés coloquial hay una expresión que alude a su persona, ottaa ritotal, que significa algo así como salir pitando de un sitio.  En Peräseinäjoki ( con unos 4000 habitantes que viven del turismo y de la industria del acero ) hay un museo dedicado a los emigrantes y los del pueblo tienen claro que su hijo ilustre es Ville ( y no Willie ) Ritola. Es más que probable que si    hubiera nacido unas décadas después no habría encontrado la motivación necesaria para darlo todo en el atletismo, porque el tiempo ha evidenciado un axioma: si las piernas y el corazón pueden sacar a uno de la miseria el destino es correr hasta la victoria. Así ocurrió entre aquellos finlandeses voladores de los felices 20 y así sucede en las carreras de fondo desde principios de los años 90, cuando kenianos y etíopes empezaron a gestionar el monopolio del triunfo.

El devenir del tiempo ha dejado un escaso rastro de Ville Ritola: fotografías en blanco y negro, una estatua en su pueblo natal, obituarios  en la prensa internacional en 1982 por su fallecimiento y la citada frase coloquial. Es un humilde y sencillo legado teniendo en cuenta los homenajes y reconocimientos  diarios  a los chicos del balompié. Ya se sabe que la historia y la justicia no tienen nada que ver.

Sobre la vida de Ville Ritola hay algo de información en el museo de su pequeño pueblo y poco más. Su  historia es la de los que quedan en segundo lugar, como Alain Mimoun, Peter Norman o Mohammed Kedir; antagonistas de los más grandes ( Zatopek, Smith y Yifter  respectivamente ).  El nombre de Ritola se asocia inexorablemente al de Nurmi y viceversa; como sucede con Sacco y Vanzetti, Laurel y Hardy, Amundsen y Scott y todos aquellos que triunfaron, fracasaron o pugnaron con   su otro yo. En  el caso de los atletas de plata, los poulidores del deporte, son como los actores secundarios,  unos olvidados que dan sentido y brillo a los protagonistas y Ritola es, probablemente, el mejor segundo de todos los tiempos.

Javier Navarro




            

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