sábado, 25 de febrero de 2012

" Peter Norman, el blanco de la foto del Black Power "


Peter Norman, el blanco de la foto del Black Power ”

Hay una fotografía de la historia del atletismo ( y de la historia del siglo XX ) que comunica victoria, lucha, orgullo y temor, todo a la vez. Es la imagen del podio de la final del 200 en la Olimpiada de México de 1968. Tres hombres en el cajón: Tommie Smith ( el vencedor con record mundial incluido, 19.83 ), John Carlos ( un fortachón de Harlem de origen cubano que logra el bronce, 20.09 ) y el australiano blanco Peter Norman, que obtuvo la plata ( 20.06, todavía record de Australia tras más de cuatro décadas ). El chico blanco de las antípodas es el hombre olvidado porque la noticia la dieron Smith y Carlos levantando el puño con el guante negro para recordar al mundo que su país, los Estados Unidos, permitía a los negros americanos triunfar en el deporte y el espectáculo pero eran ciudadanos de segunda. Aquella protesta es el episodio más conocido del Black Power, movimiento que reivindica el reconocimiento de los derechos civiles para los afroamericanos y que surge en la universidad de Berkeley, donde un reducido grupo de deportistas expresan su malestar por ser considerados diferentes por el color de su piel. Lo que ocurrió después de aquella instantánea es bastante conocido: el puño en alto con la cabeza agachada del primer y tercer medallista fue acompañado de su expulsión de los juegos y, lo que es peor, de todo un cúmulo de desgracias que padecieron sus protagonistas. Sin embargo, en esa foto había un joven que también apoyó la causa de los derechos civiles ( se pegó en el chandal una pegatina de protesta y ese simple gesto le salió caro ). Aquel atleta que quiso comprometerse y dar respaldo a una causa justa tiene una biografía que merece ser contada. Así lo hizo un sobrino suyo en el libro “A race to remember“ que, a su vez, sirvió de inspiración para un gran documental, “Salute”.

George Peter Norman se crió en el suburbio de Thornbury, a las afueras de la ciudad de Melbourne en 1942, el año en que los japoneses atacaron algunas ciudades australianas. Vive muy cerca de las vías del tren y es un niño inquieto que le gusta jugar en la calle. Sus padres son humildes trabajadores de una incipiente clase media ( pintor de brocha el padre y costurera la madre ). Peter, sus tres hermanas y sus progenitores forman una familia tradicional, marcada por los valores cristianos del Ejército de Salvación. El ambiente de compromiso religioso será determinante en la carrera del futuro atleta. Los Salvos ( ese es el diminutivo del Salvation Army en Australia ) son un colectivo de cristianos protestantes que se caracterizan por la tolerancia, la ayuda humanitaria y sus comercios económicos.

Peter es un niño travieso que se entretiene con los juguetes que le fabrica su padre. No le gusta demasiado el colegio y, a pesar de padecer asma, le encanta el fútbol australiano y el criquet. Deja las aulas a los 14 años y se engancha al nuevo vendaval musical del rock americano, que empezó fuerte con Rock Around de Clock de Bill Haley y That´s All Right Mama de Elvis.

En noviembre de 1956 se celebran los XVl Juegos Olímpicos, precisamente en Melbourne. Se trata de un evento inmerso en plena guerra fría y marcado por el boicot de algunos países, por ejemplo de España en protesta por la invasión soviética en Hungría. El adolescente corpulento y sonriente que ha abandonado los libros y callejea al son de los nuevos rockeros decide pasar algunas tardes en el estadio olímpico. Allí se encuentra con los mejores deportistas australianos, como Betty Cuthbert ( apodada la Golden Girl ), vencedora en aquellos juegos en el 100, 200 y el relevo 4x100 y propietaria del record del mundo en 200 ( 23.2 ). También descubre a uno de sus ídolos, Hec Hogan, siete veces campeón australiano de las 100 yardas y bronce en los 100 en la final de Melbourne. Con su amigo Kevin decide inscribirse en un club de atletismo, el Collingwood Harriers. Empieza a entrenarse en el salto de longitud y al poco tiempo se decanta por la velocidad. Debuta ganando una competición en las 100 yardas con un tiempo de 11.7, segundo en los 100 vallas y segundo con el equipo de 4x100 yardas. En su casa necesitan el dinero, por lo que se convierte en aprendiz de carnicero. El jefe de la carnicería es un tipo fornido y atlético de 34 años y un día decide retar a su aprendiz a un sprint corto. El jefe le gana y toca la moral de Peter, diciéndole en plan paternal que nunca llegaría a ser un velocista. No le desagrada el trabajo a pesar de los madrugones y algunos cortes en las manos. A los 16 años sus padres le regalan una bici con la que puede ir a trabajar y a entrenar sin depender del transporte público. Aquel regalo tenía su valor en Melbourne, una de las ciudades más extensas del mundo.

A finales de los 50 va creciendo como atleta ( con 16 años tiene 10.5 en las 100 yardas y con 18 vence en el campeonato de la región de Victoria de las 220 yardas con 22.2 ). Le apasiona la música, es amigo de las bromas y un poco provocativo con sus cazadoras fluorescentes. Continúa bajo la influencia de los Salvos y en el ambiente fraternal de sus reuniones conoce en 1960 a una modosita y tímida joven, Ruth. Se convierten en novios formales con el guión de la época: películas tipo Westside Story, presentación a la familia, la chica va a los entrenos del chico y él se saca el carnet de conducir. Empieza la temporada 1960-61 y conoce a un nuevo entrenador ( uno de los que marcan una trayectoria, Neville Sillitoe ) y un nuevo club, el East Melbourne Harriers.

La jornada diaria de Peter es intensa: empieza a trabajar en la carnicería a las seis de la mañana y acaba a las cinco de la tarde. A las 17:30 ya está entrenando con sus nuevos compañeros, especialmente con Holdsworth, Wirt y Moore, con quienes logra el triunfo en el relevo 4x100 en el campeonato de la región de Victoria en 1962. Ese mismo año es convocado para los Juegos de la Commonwealth que se celebran en Perth. Es su primera competición internacional y está tan emocionado que escribe a sus padres para contarles cómo es el hotel y el ambiente entre los deportistas. Y hay un detalle en la carta que resulta curioso y que refleja muy bien el origen humilde de Peter: les cuenta que la Coca Cola es gratis. Además, había un ingrediente especial en aquella competición, ya que su novia Ruth y un grupo de Salvos habían hecho un largo viaje en tren hasta Perth para animarle. En la semifinal de las 220 yardas alcanza una sexta posición con un crono de 21.8 que no le permite ir a la final. Esa primera experiencia en la alta competición anima tanto a Peter que decide afianzar su alianza con Dios e incorpora en su chandal un rotundo lema: God is love. Las palabras divinas motivan a Peter, sin embargo no caen muy bien en la federación australiana de atletismo, que le propone renunciar al mensajito en las competiciones aunque pueda utilizarlo en los entrenamientos. El joven velocista está confundido, pues no le gusta polemizar con la federación, aunque tampoco renunciar a sus creencias. El asunto fue muy comentado en la prensa; unos alabando sus firmes convicciones y otros tachándole de fanático. Al final, continuó entrenándose con la ayuda de Dios.

En 1963 participa en su primer campeonato nacional y alcanza un 5º en las 220 yardas y en 1964 derrota en varias ocasiones a Holdsworth, su compañero de equipo y rival. Se encuentra en un buen momento de forma pero una lesión le impide participar en los Juegos de Tokyo de 1964. La decepción se ve compensada en lo personal con su boda con Ruth. Su carrera atlética se consolida a pesar de que los del Salvation Army le ponen mala cara cuando tiene que competir en domingo, que es el día del señor y no una jornada para las carreras.

Los entrenamientos de los velocistas del grupo de Sillitoe son duros, individualizados y un punto atípicos ( todos se van a nadar a la playa antes de una carrera importante ). El trabajo en la carnicería le resulta entretenido aunque poco estimulante y no se imagina toda su vida cortando carne y preparando hamburguesas. Empieza a formarse como monitor deportivo y a entrenar con más intensidad. En 1966 consigue su primer campeonato nacional en los 200 ( 20.9 ) y participa con el equipo australiano en una reunión atlética en Los Angeles. Allí se encuentra con un atleta que sería determinante en la historia de Peter, Tommie Smith, uno de los velocistas más elegantes de todos los tiempos. Por entonces, el sprinter australiano es un actor reconocido en su país y secundario en el plano internacional. En la capital jamaicana se celebra en 1966 una nueva edición de los Juegos de la Commonwealth, donde Peter no llega a la final en los 100 y tampoco en el 200, lo que provoca una decepción inicial que, a su vez, sirve de nuevo estímulo. Por entonces los atletas australianos tienen un “pequeño” problema que condiciona su día a día. Son amateurs, los recursos escasean y tienen que rascarse el bolsillo porque, al no existir todavía el recambio de clavos, se ven obligados a utilizar varios tipos de zapatillas según sea el tipo de pavimento.

Llega 1968, el año en el que los progres imberbes de Paris y Berkeley lanzaron al mundo un mensaje de paz, amor fraterno y de cabreo-indignación. Porque aquellos jóvenes que luego fueron mandatarios querían transformar las cosas, anhelaban un cambio, un nuevo orden mundial. Había un clima social y cultural propicio: la incomprendida guerra de Vietnam, hippies con su amor libre, la canción protesta, Luther King y la no-violencia, el filósofo Sartre rodeado de universitarias, unas dosis de antiimperialismo, las panteras negras y mucho, mucho slogan ( si tuviera que rescatar uno me quedo con aquel de que somos demasiado jóvenes para esperar ). Además del mayo del 68 francés ( sin olvidar la versión californiana ) en los Juegos Olímpicos hubo un capítulo de aquella revolución cultural. Había un magma que necesitaba de un evento potente para ponerse en acción. En Mexico 68 un reducido grupo de deportistas negros, especialmente atletas, quieren recordar sus reivindicaciones, saben que el mundo entero les observa y es el momento idóneo para lanzar su mensaje de protesta. En aquellos juegos de episodios y atletas únicos ( Beamon, Fosbury, Evans, Hines, Keino... ) estaba también Peter Norman, centrado en la competición y compartiendo habitación en la villa olímpica con dos compañeros de equipo. Le ponen nombre a las cuatro paredes y es evidente el motivo: la habitación de los 1000 pies.

En las series de clasificación el australiano demuestra que su estado de forma es excelente, venciendo en su serie con 20.2, mejorando los tiempos de Smith y Carlos, que también ganan sus eliminatorias. Llega el 16 de octubre, el día de la final de los 200m. Las ocho calles son ocupadas por Fray ( Jamaica ), Bambuck ( Francia ), Smith ( USA ), Carlos ( USA ), Questad ( USA ), el australiano Norman, Eingenherr ( Alemania Federal ) y Roberts ( Trinidad y Tobago ). Es un miércoles y son las 5.50 pm. La pistola da la salida y John Carlos, con su pinta de matón de Harlem, demuestra su poderío a lo largo de la curva. Empieza la recta y Smith, toda una gacela humanizada, despliega su sprint mientras Carlos resopla impotente, ignorando que Norman, que a falta de 80 metros es 6º, viene desde atrás como una bala. Carlos mira a su derecha y tiene una visión, una idea fugaz: “ Oh shit, the white boy “. A falta de 10 metros Smith se ve vencedor y, sonriente y relajado, se deja ir abriendo los brazos en cruz hasta la meta. Peter Norman había corrido como nunca ( 20.06 ). En el instante en que el chico blanco cruza la meta, su vida empieza a cambiar. Los tres medallistas comparten vestuario, preparados para subirse al podio y recoger sus medallas. Smith y Carlos tienen una estrategia de protesta programada y se van a enfundar los guantes negros. Un detalle rompe el plan, ya que el de Harlem ha olvidado sus guantes. El australiano interviene y aporta una buena solución: que utilicen sólo un guante cada uno y levanten el puño como protesta. Los sprinters americanos aceptan la idea. Al comprobar la actitud del australiano le proponen que se coloque una pegatina en el chandal que alude al proyecto olímpico de los derechos civiles. Peter acepta sin pestañear. El momento parece intrascendente pero no lo es en absoluto; se trata de decidir entre desentenderse de un asunto o mojarse, un dilema de verdad. La valentía no está siempre en las películas o los cuentos infantiles, hay oportunidades para demostrarla y Peter Norman fue valiente, actuando sin sopesar pros y contras, simplemente siguiendo su conciencia. Ya en el podio suena el himno americano y el estadio emite un rugido de estupor. La imagen, esa foto emblemática del siglo XX, da la vuelta al mundo.

De manera fulminante, el presidente del COI ( Avery Brundage, conocido por sus ideas a favor de la supremacía blanca ) decide desposeer de sus medallas a los estadounidenses y expulsarles de la villa olímpica. Eso del puño en alto es una ofensa a los valores del olimpismo, pensó el señor Brundage; aunque cuando en 1936 y siendo él presidente del comité olímpico estadounidense y los nazis levantaron el brazo, consideró que no era lo mismo y el muy blanco no dijo nada de nada. El mecanismo humano es el de siempre: hay que halagar a los de arriba y pisar a los de abajo. En su país Tommie y John son héroes para la comunidad afroamericana y traidores para la inmensa mayoría. Han cometido un gran pecado: meterse en política. Un poco la idea de nuestro Caudillo de España cuando decía aquello de “ usted haga como yo, no se meta en política “. A Norman no le pasa nada, en principio. En su país hay una situación de discriminación racial similar con los aborígenes australianos, por lo que se desata una polémica entre los que apoyan el gesto de su compatriota y los que consideran que ha metido la pata dando su apoyo a unos negros terroristas que pretenden alterar el orden establecido. La movida que se monta no deja indiferente a la comunidad atlética y la mayoría se pronuncia a favor o en contra de la escena de las medallas, tanto en Estados Unidos como en Australia. Uno de los comentarios más curiosos es el de Hal Connolly, un lanzador del equipo USA en la Olimpiada de Melbourne, quien considera que la acción de Smith y Carlos tiene una dimensión patriótica y es algo que no ocurriría en la Unión Soviética, donde los disidentes acaban en Siberia meditando sobre sus diferencias ideológicas.

La vivencia de Peter Norman en los JJOO de Mexico es el momento clave de su historia, como atleta y como persona. A partir de entonces las cosas se sucedieron con más derrotas que victorias. En 1969 vence en el campeonato de la región de Victoria en los 100 y en el 200 en los Juegos del Pacífico en Tokyo. Ese mismo año es invitado a varias reuniones atléticas que se celebran en los Estados Unidos. Coincide con Smith y Carlos en diversas ocasiones y los tres tienen la oportunidad de conocerse mejor y tomarse unas cervezas. Aunque suene un poco cursi, como decía aquella canción de Barcelona 92, aquellos Manolos de la España pletórica, Peter, Tommie y John son amigos para siempre.

El trabajo en la carnicería ya es parte del pasado. Se ha convertido en monitor de deportes en un centro escolar. Es la nueva esperanza blanca de la velocidad, toda una estrella: reportajes, viajes, concentraciones... En 1970 nace su hija Sandra, exactamente el día de la apertura de los Juegos de la Commonwealth en Edimburgo. Su participación en los 200 es muy modesta, un 5º cuando antes de la competición era el favorito.

En lo personal, el matrimonio empieza a debilitarse. En su trabajo como docente conoce un nuevo ambiente, diferente al clima puritano de los Salvos que, a pesar de ser tolerantes, no simpatizan con la disipada vida de los jóvenes de finales de los 60. La mentalidad estricta, así como unos valores tradicionales convierten a sus compañeros de fe en unos plastas y Peter necesita respirar otros aires. En el centro donde enseña conoce a una compañera de trabajo, Jan, una atractiva y divertida profesora de la que se enamora, y ella de él. La situación no le resulta fácil, pues ya tiene tres hijos con Ruth y su vida siempre ha sido tradicional. A principios de los 70 el divorcio es algo corriente en Australia, sin embargo es necesario que haya un motivo que lo justifique. Así que la buena de Ruth tuvo que demostrar la infidelidad de su marido presentando pruebas de adulterio. La situación vital del velocista se explica muy bien a través de nuestro refranero: quien no rompe un plato de soltero, rompe una vajilla de casado. El proceso de separación fue largo y provocó que Peter Norman tomara una decisión dolorosa y drástica: no volvería ver a sus hijos porque no quería que sufrieran, tal y como veía que pasaba entre sus alumnos con padres divorciados.

Su carrera como sprinter se detuvo durante unos meses. Los compañeros de entrenamiento le recuerdan su vida anterior y él había decidido empezar de nuevo. Tras el ajuste emocional, se da cuenta de que correr es su vida y tiene enfrente una oportunidad muy atractiva, los Juegos de Munich de 1972. Así, empieza la temporada 1971-72 con una gran determinación. Quiere saborear el triunfo otra vez. Sus registros vuelven a ser buenos y son necesarios para el pasaporte olímpico. En febrero del 72 participa en una prueba de 100 m que era importante para la selección del equipo de velocistas en los próximos juegos. Peter llega el primero o, mejor dicho, eso cree él, pues los jueces consideran que el vencedor ha sido Lewis. No hay photo finish y la decisión está en manos de los jueces. Cuando va a recoger su medalla de plata no puede reprimirse y con una rabia inmensa lanza el metal al juez responsable de la decisión. Al día siguiente necesita ver en video la carrera y su opinión no varía: ha sido el vencedor y no tiene ninguna duda. El incidente es muy comentado y a las autoridades de la federación no les ha gustado la rabieta de Peter. La clasificación para los juegos se decide en el campeonato nacional que se celebra en Perth. Es una prueba clave pero no definitiva, porque en las competiciones anteriores se van acumulando puntos. Peter ha vencido en los 200 en Sidney, Brisbane y Melbourne y en Perth, la última prueba, es el tercer clasificado. Por puntuación, por prestigio y porque unas molestias le impidieron estar al máximo nivel en el último 200, parece evidente que su selección está garantizada. No fue así y se encontró con la noticia de que no iba a participar en los juegos. Para evitar suspicacias la federación tomó una decisión contundente: ningún velocista australiano correría los 200 en la olimpida. El asunto huele mal y la exclusión es muy debatida en la prensa y en el mundillo atlético. Incluso Ron Clarke ( el mejor fondista de aquellos años 60 ) le escribe una carta para darle ánimos y manifestar su desacuerdo con la injusta decisión. Lo de patalear y lamentarse no tenía sentido, por lo que decide retirarse, dejar la competición para siempre. Su curriculum a nivel nacional es de gran nivel: cinco campeonatos nacionales en 200, un subcampeonato en 100 y victorias en relevos, tanto en 4x100 como en 4x200. Su gran gesta fue, sin duda, la plata de Mexico. Con el paso de los años, de bastantes años, su nombre se convierte en toda una referencia nacional. En una muy posterior entrevista manifiesta que su no inclusión en los juegos del 72 se debió al affair de la medalla y también a su intervención en el podio de Mexico. No podía presentar pruebas de ningún tipo mas estaba convencido de que se la tenían jurada. Y ya se sabe que si eres héroe para unos, eres un villano para otros.

La adrenalina de las carreras la sustituye por el fútbol australiano amateur y durante tres temporadas juega con el West Brunswick. En 1976 se casa con Jan y se implica en el movimiento sindical del ámbito académico. Es un tipo abierto y social y con unos amigos ponen en marcha una obrita cómica, una especie de vodevil, que representan en algunos garitos. La experiencia les divierte y deciden crear su propia compañía. Viajan por gran parte del país y, además de actuar como actor, Peter es el conductor de la furgoneta. Se lo pasa bien: viajes, actuaciones, juergas y también mucho alcohol y tabaco. El deporte de competición le atrae y en 1979 se convierte en preparador físico del Footscray Football Club y lo que le pagan apenas le sirve para pagar la gasolina.

En 1980 surgen de nuevo las luces y sombras: nace su primera hija con Ruth ( Belinda ) y se quema su nuevo hogar en Williamstown, desapareciendo en el incendio una parte importante de sus trofeos ( la plata de Mexico queda a salvo ). Y en el 82 nace la segunda, Emma Jayne. Es feliz con su familia y con su vida. El infortunio, sin embargo, puede aparecer y aparece de manera casual y un día de noviembre de 1985 es invitado a participar en una carrera de relevos de aficionados. Tiene 43 años y se encuentra descuidado físicamente. Recoge el testigo y tras dar las primeras zancadas, un terrible dolor en el tendón de Aquiles le paraliza. Aparentemente se trata de una lesión menor. No ocurrió así y a partir de ese tonto incidente todo se complicó. La lesión se agrava y sufre una infección que provoca gangrena. En el hospital deciden inicialmente amputarle la pierna. Un golpe de suerte, el destino o lo que sea se pone de su lado, ya que el cirujano le reconoce y decide que la pierna de un medallista olímpico debe ser salvada cueste lo que cueste. La pierna se salva, pero hay que enfrentarse a un duro y largo tratamiento. El dolor es desesperante y su temperamento afable se transforma; ahora es un tipo desquiciado, roto por un dolor intenso que le cambia el carácter. Para mitigar el sufrimiento recurre a los tranquilizantes. Tiene que dejar el trabajo y algunas de sus aficiones. El alcohol, la adicción a los tranquilizantes y la tristeza le acompañan durante mucho tiempo. Luego, una dura depresión se suma a la desgracia y en más de una ocasión piensa en el suicidio. No se hunde porque mantiene el apoyo de los suyos y su actividad teatral le sirve de evasión, de terapia.

Las molestias en la pierna se mitigan y su estado anímico mejora. Para los Juegos de la Commonwealth de 1990 que se celebran en Auckland es fichado como comentarista para la televisión. En una de sus intervenciones en la tele comenta que no ha vuelto a ver en video su participación en Mexico. Un periodista le envía una copia con todas las series y la final. Peter se sienta en el sillón de su casa y se reencuentra con aquellas imágenes. No puede evitar ponerse a llorar y no hace falta tener mucha imaginación para saber por qué. En 1993 consigue abandonar los tranquilizantes que le han dejado huella, hasta el punto de que su salud, economía y matrimonio se han devaluado en los últimos años. Regresa temporalmente a su actividad como monitor deportivo, aunque tiene que dejarlo porque su pierna no se lo permite. En un supermercado de Williamstown regresa a su primer trabajo y ejerce como carnicero. La situación le resulta frustante: el hombre de 50 años tiene que volver a los tiempos de aprendiz adolescente. Un viejo amigo de las pistas, Bob Lay, se acuerda de él y le ofrece la posibilidad de trabajar en calidad de embajador del atletismo entre los jóvenes. El bueno de Peter recupera el ánimo; vuelve a ser el tipo sociable que siempre ha sido.

Acaba el siglo XX y Sidney celebra los JJOO. Las autoridades se acuerdan de él para que sea uno de los portadores de la antorcha olímpica. Parece que el establishment australiano le ha perdonado por su actitud en el pasado. El perdón es parcial, pues no forma parte de los eventos oficiales de primer nivel. Tuvieron que ser los americanos quienes se acordasen del chico blanco. Le invitan a la fiesta de cumpleaños de Michael Johnson ( primer hombre en conquistar el oro en 200 y 400 en una olimpiada, Atlanta 96 ). Ahí se encuentra con el propio Johnson, Edwin Moses y Mike Powell, entre otros. Está algo cohibido ante tanta celebridad y el gran Moses le recibe con palabras de reconocimiento y luego aparece el fornido Johnson y le deja muy claro por qué le han invitado: “ you are my hero “. Aquel recibimiento le conmovió. La élite de atletas americanos sabía muy bien quién era Peter Norman y lo que hizo por la comunidad negra, por unos derechos que ya nadie discutía pero que en 1968 eran una utopía.

En 2000 entierra a su padre y a partir de ese momento necesita reconciliarse con sus tres hijos del anterior matrimonio. Los tres se han hecho mayores y también quieren tener algún tipo de relación con un padre que sólo conocen a través de los medios. El reencuentro cierra viejas heridas y le ofrece la ocasión de conocer a su primer nieto. En 2002 colabora en la organización de un gran evento deportivo para chicos con discapacidad. En 2004 se encuentra con Ruth y su marido y ya no hay reproches ni enfrentamientos. El amargo capítulo del pasado se liquida. Por entonces, su sobrino cineasta, Matt Norman, empieza a trabajar en el documental “Salute”. Para ello se va con su tío a la universidad de San José, en California. Ahí están sus amigos, Tommie y John, que también son protagonistas del film. Recuerdan viejos tiempos y rescatan anécdotas. A los chicos del Black Power les homenajean con una inmensa estatua con dos recreaciones de Tommie y John en el podio. El monumento es majestuoso y lo sería aún más si hubiera incluido al tercer hombre de aquella historia. De todas formas, Peter agradece el reconocimiento con entusiasmo; sabe que de alguna manera parte de la estatua, de lo que representa.

La salud de Peter es precaria porque el alcohol y el tabaco le han acompañado fielmente durante muchos años. Tiene sobrepeso y le cuesta respirar. Da positivo en un test de alcoholemia y le retiran el permiso de conducir temporalmente. La relación con Jan no ha vuelto a ser igual desde su grave lesión en la pierna y tiene una fugaz relación con una jovencita.

En mayo de 2006 es operado de urgencia porque el corazón le falla. Se recupera bien y tiene la visita de los viejos amigos y también de Ruth, quien nunca le ha olvidado. Su antiguo entrenador, Neville Sillitoe ( con quien ha mantenido el contacto ) le llama para darle ánimos y una semana después, a principios de octubre, muere a los 64 años. El 9 de octubre es su funeral ( la federación de atletismo americana proclama esa fecha como el día de Peter Norman ). Le despiden más de 1000 personas. Tommie Smith y John Carlos también están presentes. Quieren estar junto al chico blanco que estuvo con ellos en el podio. Le deben un favor. Tommie sigue siendo un hombre elegante y John tiene el pelo blanco y aspecto de predicador. El sobrino de Peter y los dos medallistas llevan en sus hombros el féretro de George Peter Norman. El de Harlem se quiere despedir y dice unas palabras: “ Peter no tenía que haber tomado esa insignia, Peter no era estadounidense, Peter no era un hombre negro, Peter no tenía que haber sentido lo que sintió, pero él fue un hombre “.





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