No sé si hace falta ser muy listo
quizás sea cuestión de ganas
o de azar o vaya uno a saber.
Repites una vez y otra y otra
y mil más
y cualquier idea o fantasía
se puede convertir en dogma.
Y cuando llega, se queda
porque el dogma es el capo de las ideas.
Desde su viejo sillón vigila las alocadas herejías
o riñe al heterodoxo
o castiga al que va por libre.
Pasa el tiempo
y ya casi nunca se enfada,
no le hace falta
porque es un totem
es el refugio hogareño
que nos cobija cuando andamos perdidos.
Y si alguien dice, piensa o proclama lo contrario
sabe que tendrá que escalar una catarata desde abajo.
Y si algún día aparece la verdad,
esa niña impertinente que pregunta,
el dogma la acaricia con cariño, le besa la frente y a la cama.
Mañana se le pasará.
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