sábado, 24 de noviembre de 2012

Mariano Haro: el último atleta de un país en blanco y negro.



En los años 60 y principios de los 70 del pasado siglo el deporte español tenía algunos nombres célebres: Santana, Nieto, Urtain, Fernández Ochoa, Ocaña … Eran campeones que surgían como una especie de orquídea rara en medio de un páramo. Había un misterio en sus triunfos, pues éramos una nación de bajitos que jugaba a fútbol en descampados y el resto de deportes resultaban exóticos. Lo nuestro eran las quinielas y el futbolín y eso de los deportes era para los americanos, soviéticos o razas más dotadas.

En el atletismo hubo una de esas orquídeas, Mariano Haro. Nació en 1940 en Valladolid y a los pocos meses su familia se trasladó a Becerril de Campos, en Palencia. Haro representaba el arquetipo de español en estado puro. Su aspecto contaba toda una historia: el hambre de la posguerra en el duro campo de la vieja Castilla. Haro ha ejercido toda su vida de castellano, de hombre rudo y parco en palabras, contundente y noble. Su sobrenombre deportivo, el León de Becerril ( también llamado el antílope de Becerril ), nos recuerda a uno de esos personajes de Miguel Delibes.

Empezó ayudando en las faenas del campo en una época en la que el trabajo infantil era lo normal.Hizo sus pinitos como albañil y luego encontró trabajo en una azucarera en la localidad de Monzón de Campos, a 15 km de su pueblo y, como las leyendas etíopes del atletismo, recorría la distancia trotando, corriendo en un tiempo en que correr era correr y nada se sabía del footing ni del jooging y la única prueba de esfuerzo que había consistía en reventarse todos los días y luego nada mejor que un buen potaje, agua fresca de botijo y una siesta ibérica para reponerse.

A los 19 años ganó su primera carrera, el cross del Frente de Juventudes.Eso del frente era uno de los montajes del régimen para adoctrinar a los chavales a través del deporte y elevar así el espíritu nacional. Había, por supuesto, canciones que expresaban ese anhelo hispánico, como aquella de la gloria del camino ( saber que nos empuja/ la fe del caminante/ la gloria del camino/ el viento del amor ). Y por aquellos caminos sin asfaltar de Castilla la Vieja entrenaba Mariano Haro. Por entonces, correr era un deporte de riesgo; bien podías parecer el tonto del pueblo que deambula hacia ninguna parte o tener algún indicio de mariconismo. Uno se pregunta qué pasaría si en un viaje en el tiempo apareciera un runner urbano actual con sus mallas y colores chillones recorriendo los senderos polvorientos de antaño.

En 1961 y ya bajo la tutela de su entrenador, Gerardo Cisneros, comenzaron sus primeros éxitos.Empieza a trabajar como conserje en los sindicatos de Palencia y así

tiene un sueldo que le permite entrenar por las tardes. La carrera atlética del palentino se desarrolló en la sección deportiva del "Educación y Descanso ", otro tinglado del régimen ( en este caso de los sindicatos ) para que el espíritu patrio no cayera en manos de masones o comunistas. El Educación y Descanso de Palencia conquistó dos veces la victoria en el campeonato de Europa de cross por equipos. De Palencia y en esos años surgieron corredores como Sánchez Paraiso, Juan Hidalgo, Cándido Alario y Pepe Haro, el hermano de Mariano. Una vez sembrada la semilla, llegaron otros palentinos: Isaac Viciosa y Marta Dominguez, por ejemplo.

Los vecinos de su pueblo comprueban que el mozo que corre se va labrando un futuro y de él se escribe elogiosamente en los periódicos.A mediados de los 60 ya tiene su propio bar en el pueblo.Por Becerril de Campos empezaron a llegar cronistas deportivos de los diarios nacionales e incluso reporteros de televisión.Hasta entonces, por aquellas tierras labriegas sólo se interesaba algún turista perdido a contemplar el retablo de Berruguete, para lo que pedía las llaves a la señora Potamia, quien custodiaba la iglesia que albergaba el preciado tesoro de los becerrileños.

Nuestro Haro se codeó con la élite del fondo mundial durante dos décadas. Su especialidad fue el cross, donde podía recoger suculentos premios: lavadoras, neveras y demás artilugios que luego tenía que vender. En alguna entrevista ha comentado con nostalgia el periplo de carreras que realizaba en la época de las ferias. Consultaba un programa de festividades y hacía su ruta de carreras populares. Se utilizaba la expresión carreras pedestres, pues los anglicismos se utilzaban en la prensa.Corría en todo tipo de circuitos,incluso en plazas de toros. El objetivo no era otro que el de seguir prosperando. Cogía su coche, se plantaba en el pueblo en fiestas y normalmente se llevaba unas 3500 pesetas por victoria. En más de una ocasión realizó dos competiciones el mismo día con la compañía de la carretera y la fiambrera entre triunfo y triunfo.Además de los ingresos por carrera, conseguía beneficios revendiendo cámaras de fotos y caviar de los atletas soviéticos a algún acomodado dirigente federativo.

Aquella España de los 60 y principios de los 70 olía a crema solar de guiri y a tienda de comestibles de barrio. Los niños jugaban en la calle y los abuelos cubrian la tele con una tela por la noche. Los señores calvos y de bigotes finos eran los jefes y los que cortaban el bacalao. Las señoras mantenían a regañadientes la decencia de la mujer española y descubrían en las revistas de la peluquería que Europa era toda una tentación. Los modernos se identificaban por su melenita ye-ye. Los de bigotes espesos eran sindicalistas camuflados. Había otros muchos especímenes curiosos: los del pueblo que llegaban a la ciudad, los machotes embajadores de extranjeras rubitas y sin sostenes, los que iban a conciertos de cantautores… Fueron buenos años porque éramos unos tontainas haciendo un país nuevo y jugábamos a nuestros primeros pelotazos urbanísticos. Los estudiosos del tema inventaron un término que lo

explicaba todo: el desarrollismo. Nos creíamos espabilados porque timábamos a los turistas con el cebo de la sangría fresquita y nos parecía que el sablazo, la tapa y el souvenir iba a ser un chollo para toda la vida. Aquella España cantaba sus canciones del verano y parecía moderna y próspera. En los colegios todavía se cantaba el cara sol y los niños compraban tebeos con pesetas de Franco con aquella leyenda misteriosa de caudillo de España por la gracia de Dios.

En ese país era necesario disponer de iconos que mantuvieran la moral elevada. Haro fue uno de ellos y los que seguían sus gestas, victorias y épicas derrotas sentían un extraño orgullo, pues uno de los suyos plantaba cara a los grandes atletas de un primer mundo que parecía inalcanzable. Así sucedió en la final de 10000 del europeo de Helsinki en 1971, donde Haro quedó 5º y los cinco primeros bajaron de 28 minutos,cuando sólo dos atletas lo habían logrado hasta entonces: el australiano Ron Clarke ( 27:39 ) y el inglés David Bedford ( 27:47 ).

El palmarés del palentino merecería todo un análisis detallado, destacando los 27 títulos nacionales ( entre ellos, 11 campeonatos de cross y victorias desde los 3000 obstáculos hasta el gran fondo ), participación en 3 olimpiadas, record de España y una de las cinco mejores marcas mundiales en los 20 km y la hora.Pero sus grandes victorias se realizaron en el barro de Lasarte o el Memorial Muguerza, en la San Silvestre o la Jean Bouin,eventos donde no corría contra el mocerío de la comarca sino contra auténticas leyendas del atletismo: Wolde, Lopes,Gammhoudi, Stewart, Taag...

Los niños de principios de los 70 le descubrieron en la final olímpica de 10000 de Munich 72. Allí estaba el bigotudo Bedford, el pequeño etíope Yifter, el elegante belga Putemans, el americano Shorter, Lasse Viren el finlandés y nuestro Haro. Bedford dominó la primera parte de la carrera fiel a su estilo, en cabeza y tirando del grupo. Tomó el relevo el León de Becerril y los espectadores de la primera y la única televisión tuvimos un subidón de españolidad. Faltando 600 metros, Lasse Viren se pone en cabeza del grupo y deja un mensaje claro: el que pueda que me siga. Intentó hacerlo Putemans pero no aguantó el ritmo ( 2:29 el úlitmo kilómetro ), luego entró Yifter y en 4ª posición nuestro Mariano. La victoria de Lasse Viren se cuestionó varias décadas después, cuando se supo que las trasfusiones de sangre eran el arma secreta del finlandés.El palentino ha dejado claro que a los tramposos hay que sacarlos del atletismo para siempre y sin contemplaciones.

Además de aquella casi gloria de Munich, hubo otras muy sonadas; como los cuatro subcampeonatos mundiales de cross consecutivos, del 72 al 75. En uno de ellos, un finlandés con gorrita, un tal Paivarinta, se llevó la victoria en el último suspiro.

En su mejor momento el palentino llegó a cobrar 60.000 pesetas por participar en alguna carrera cuando un sueldo normal rondaba las 20.000. Si hacemos cálculos, la cosa no estaba bien pagada. Y si tenemos en cuenta que en su mejor etapa cobró

24.000 pesetas de beca de la federación, concluimos que eso del atletismo no era ningún chollo. Servía para darte a conocer,montar una tienda de prendas deportivas, que te hicieran alcalde de tu pueblo y te pusieran el nombre en algunas calles,como fue el caso Haro. Por cierto, que el asunto de la política y los atletas tiene su miga. Ahí están Sebastian Coe, Ron Clarke, Chataway, Viren, Mennea…La mayoría de ellos en las filas conservadoras. ¿ Será qué el individualismo del atletismo no conecta con la cosa social de la izquierda ?

Toda la historia del palentino resulta ahora muy lejana. Hemos abandonado los viejos complejos y preferimos apuntarnos al sabor de la gloria de los Nadal, Gasol y Alonso.Hasta los del fútbol nos dan alegrías jamás soñadas.Algunos nos quedamos con la épica del mozo del pueblo que sale de su casa a buscar fortuna batiéndose el cobre con espigados forasteros de la vieja Europa y enjutos africanos de tierras remotas. Es más quijotesco y más romántico. Quizás es que entonces éramos niños y, como se dice, volvemos siempre a la infancia. En aquel niño que fui está siempre Mariano Haro.

 

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